Ante la polémica por una reciente
presentación en la Justicia
Por qué es importante estudiar latín en la escuela
secundaria
Para el titular de la Academia de Letras,
desarrolla las competencias lingüísticas
Domingo 23 de julio de
2006 | Publicado en edición impresa Caricatura Huadi
Leímos hace unos días en LA NACION una petición a las
autoridades para excluir la enseñanza del latín del secundario, por parte de
los padres de un muchacho que no podía promover a tercer año, al desaprobar
cuatro asignaturas de segundo.
Qué reveladora es la ignorancia de esa lengua en los
imperitos que bautizaron con una palabra híbrida un nivel de la escuela, el
polimodal: "poli" es griego, y "modal" es latino. El
bautismo mezclado reflejaría lo confuso y misturado de la criatura.
El caso aludido no es insólito, sólo lo es la materia
cuestionada. Es cotidiano en las escuelas que los padres gestionen en favor de
sus hijos para evitar que rindan examen, que repitan, que se les apliquen
sanciones Y, luego de alzar tronos a estos principios, alzan cadalsos a las
conclusiones: el fracaso del muchacho egresado. Les cabe a los padres una cuota
alta de responsabilidad en esto.
Con esa actitud abogadil paterna colaboran muchas
autoridades, cómplices de la cuesta abajo, y le dan impulso al tobogán. Nada de
exigencia, nada de esfuerzo. Es como si en un gimnasio (eso es la escuela) le
dijeran: no haga el menor movimiento ni se esfuerce, el músculo se desarrolla
solo. La masa flácida que egresa de ese gimnasio no tendrá inclusión en ningún
equipo social. El muchacho pasa, por estas gestiones malhadadas, de incluso
escolar a expósito social, cuando egresa.
Nadie debe exigir, en respeto a la libertad de opción, que
se incluya o se excluya el latín, obligatoriamente, en todos los planes de
estudios del nivel secundario. La opción libre es democrática. Exigir quitarlo
es nivelar contra la diversidad y en favor de una uniformidad empobrecedora.
Imponerlo es abusivo. Lo ideal en este terreno es brindar opciones.
Cuando las cosas van
mal
Ahora bien, seamos adultos responsables: si hacemos una
elección, que se supone meditada -y si no, es irresponsable-, como es la
elección de colegio para un hijo, una vez que las cosas puedan ir mal, en el
rendimiento del muchacho, no quiera cambiar las estructuras. Acepte que su
muchacho es el problema, si junto a él cientos no lo tienen. Ejerza la libertad
de cambiar de colegio a su hijo, y no se ponga a exigir que, por su hijo,
cambie el colegio, cambie todo el sistema.
Recuerdo el caso del cacique que quedó rengo y obligó a
renguear a toda la tribu para que no se advirtieran diferencias. No se pueden
cambiar las reglas del ajedrez si le va mal a uno en la partida. Así no vale.
La reacción es adolescente, pues no se asume las consecuencias de una elección
libre.
Las realidades de toda naturaleza suelen ser despreciadas
por dos tipos de personas: las que no las alcanzan ("están verdes",
dijo la zorra, después de saltar inútilmente y no alcanzar el tentador racimo
de uvas) y las que no las conocen, y son esclavos de esa ignorancia.
El éxito y la buena salud del dictado del latín en los
colegios están más que probados; muestras al canto: el Nacional de Buenos
Aires, el Monserrat, de Córdoba, y un buen número de secundarios en muchas provincias.
Ayer entrevistábamos, para una beneficiosa beca, a un
estudiante universitario cordobés de informática, que se lamentaba de que se
hubieran reducido los cursos de latín del Monserrat, de donde egresó,
modificando el plan original. No hablaba un universitario de letras ni de
filosofía, un "nefelibata", habitante de nubes, como diría
Aristófanes, sino un entusiasta del ciberespacio que había probado el beneficio
de ese aprendizaje desde ángulos de interés muy diferentes de los literarios.
Cabe preguntarse por qué se enseña latín, qué
conveniencias trae.
Lo primero, es lengua madre de todas las romances
actuales, y sustrato importante del inglés, actual lengua franca mundial.
Segundo, el sistema de esa lengua exige un tipo de
ejercicio mental diferente del que piden las modernas. La estructura
sintáctica, mucho más suelta pero notablemente articulada, ofrece la
posibilidad de desarrollar competencias lingüísticas diferentes de las que
estimulan las lenguas modernas. De esto se trata: de que las capacidades
cognitivas se desarrollen en todas las direcciones posibles. Una cosa es leer a
Arlt y otra, leer a Borges. Los tipos de especificaciones cognitivas que cada
uno hace explorar y practicar son diferentes. Lo mismo pasa con el aprendizaje
de lenguas: una realidad es el inglés y otra, el latín. Se trata de buscar la
complementariedad y no de reducir el espectro a un autor, a una sola lengua.
Esas son formas de empobrecimiento y analfabetismo.
La organización peculiar, rigurosa, diferente, del latín, es
altamente pedagógica. Las formas declinantes, los casos, la consecución de los
tiempos verbales, la organización sintáctica con hipérbatos libres, la
capacidad lapidaria de la expresión concisa, todo esto propone experiencias
enriquecedoras propias de esa lengua. Borges, que lo estudió gustoso, escribió:
"Todos sentimos la nostalgia del latín". Bueno, se ve que no todos...
Por Pedro Luis Barcia
Para LA NACION
El autor es presidente de la Academia Argentina
de Letras.